El Cobanaro
Por Octavio Almada Palafox
Mi trabajo me da oportunidad de escuchar a la gente. Por supuesto en estos tiempos todos hablamos y opinamos de la política. Eso es inmensamente importante. En uno de los recorridos escuché que una mujer le decía a un hombre mayor: -Andrés maneja muy bien los tiempos-. Me quedé pensando en eso, en esa intuición de considerar que la política es un manejo de los tiempos.
Y es cierto, el ritmo de trabajo, las conferencias cotidianas, los anuncios, la subida de temas a la agenda mediática, los recorridos a los lugares, incluso los escenarios no previstos son tomados por el Presidente de la República como una estrategia, una estrategia que parece no serlo, pero quien conoce de política sabe que es eminentemente una estrategia, aunque una estrategia regida por una idea, la idea de la transición.
Ese es un primer punto. La transición es movimiento, necesariamente se transita, es tránsito y como tránsito hay que medir las simultaneidades, la sincronización, los semáforos políticos, las energías de los adversarios, las prisas y la reducción de la complejidad de los medios de comunicación, la inercia morosa de las instituciones, los motores diferenciados de las y los secretarios de estado, las pesadas lentitudes de los movimientos internos y particulares de cada institución que tiene una conflictividad interna, adhesiones políticas y estrategias que van desde la resistencia criminal (caso de la retención de las medicinas), la adicción a la corrupción, la actitud de los sindicatos y su nivel de racionalidad, de avidez ante los dineros de la corrupción, hasta la franca voluntad de cambio como el caso de un sector médico que deja las elecciones truncadas y tendenciosas.
Puede ser que las presidencias de Juárez y Lázaro Cárdenas sean referentes de este control inteligente y casi individual de los ritmos y las velocidades. Estamos en presencia de un fenómeno político que está sacudiendo desde los cimientos a la política, la sociedad y hasta los grupos delincuenciales, el amanecer de las redes sociales, el atardecer de los periódicos, la elefantiasis del sistema político totalmente anestesiado del opio de la corrupción.
Por supuesto que esto no sería posible sin el elemental apoyo e impulso de la energía ciudadana que prácticamente apretó el acelerador de un cambio que exigía conductas democráticas, astutas y arrojadas. Este motor de participación ciudadana es y será vital para lo que viene. Los ataques de las oposiciones se acrecientan y se tornan peligrosos ante su ignorancia y confusión.
Los adversarios verdaderamente necesitan que corra la sangre, que ocurra un desastre para montarse en ello.
Veamos la actividad que está generando los programas sociales que son una suma de apoyos para movilizar a la gente a fortalecer su importancia y su concientización, su inclusión con mayor pertinencia en la vida económica. Esto mueve economía, consumo, gasto, beneficios. La transición más importante es la de la gente, de su indignación a un criterio de elección de futuro en las elecciones por venir.
Evidentemente el Presidente Andrés Manuel tiene prisa, mucha prisa. Sabe que el tiempo es corto y poco, por eso impone en primera instancia un ritmo, una persistencia colosal de presencia en el trabajo que le gana tiempo al tiempo. Sabe que tiene menos de seis años para lograr que los cimientos se sequen adecuadamente para soportar el siguiente piso de decisiones políticas. En los cinco presupuestos anuales tiene que construir una arquitectura de gasto, de salud financiera, de equilibrios, de procesos, de ejercicios, de contención de los apetitos de corrupción que seguramente se van a soltar en el segundo trienio de gobierno federal. Y sabe que hay que empujar minuto a minuto, empujar vientos y marea, exigir, denunciar, señalar y decidir.
Y no sólo eso sabe que tiene que seguir imponiendo como modelo, el ejemplo de valores y moralisar la vida pública. Tiene que, como juego de futbol, controlar al adversario, entretener con variedades a la oposición, a aprovechar sus enormes taras, cansar sin cansarse, entender las energías a vencer. Asimismo sabe que tiene que ceder ciertos puntos para obtener
otros. Tiene que negociar con grupos de poder que con taimada sonrisa, aceptan participar en los proyectos de mayor impacto. Mucha psicología corre en la política, mucho astuto y sentido común. Un cambio político de altas dimensiones requiere hasta veinte años. Andrés tiene cinco años y lo está haciendo de manera que la cimentación tenga un amarre irreversible. Sabe que terminando su mandato vendrán toda clase de carroñeros, de dentro y fuera, a tratar de destruir sus avances, inéditos en la dinámica política
contemporánea.
La presidencia tiene el instinto de manejar el tiempo, que es el campo dimensional donde se deben dar las metamorfosis de las instituciones, muchas de ellas en situación gusana aún. Ya veremos los nuevos ardides del paso del ganso. Esperemos que quienes anden lerdos, lentos o francamente haciéndose tontos reparen que hay poco tiempo para que este país se levante
Un tanto del desastre que lo dejaron los criminales que andan sueltos y vociferantes.
‘Tiempo, México y su pueblo tienen el espacio del tiempo ” Octavio Almada
@Octavioalmada1
@ElCobanaro