EL MITO DEL PRIMER AÑO

El Cobanaro

Por Octavio Almada Palafox 

El poder de los medios de comunicación ha dado muestras de su dominio y de lo fácil que es caer en sus redes y necesidades. Hay toda una historia de sucesos culturales en donde los medios han logrado impactos que crean costumbre y hasta cultura. El mundo de lo imaginario social e individual se vio afectado irresistiblemente a los medios de comunicación que alteraron los nervios de la humanidad. Tal vez esa angustia de crear y vender información condujo a la mente humana a derroteros sombríos. No por nada esta cultura de los superhéroes comenzó con un superhombre que pasaba de reportero y un hombre araña pasando por un fotógrafo de un periódico. Símbolos nada desdeñables de la cultura del Mainstream, que es un anglicismo que significa tendencia o moda dominante. La traducción literaria del término mainstream es “corriente popular”.

Este estado de irritabilidad, la tendencia mediática creó temas y los impuso casi como un decreto en la cultura política. En ellos se desnuda la insaciabilidad de los medios por crear sus ritmos y velocidades en favor de saciar sus apetitos que no están tan cerca del derecho a la información como de la nota como mercancía.

Pues bien, quiero tocar uno de esos temas, el del Primer año de gobierno presidencial. Una medición que pretende ser la clínica política de los periodos gubernamentales. Veamos estos pocos datos que pertenecen al campo periodístico: Carlos Salinas de Gortari tuvo una aprobación de 66% durante su primer año de gobierno, según Consulta Mitofsky. Al contrario, Ernesto Zedillo entregó su primer informe de gobierno en 1995 con 37% de la aprobación nacional. Zedillo Ponce de León recibió la Presidencia después de una campaña política manchada por la muerte de Luis Donaldo Colosio, la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y la devaluación del peso en 1994, lo que afectó la percepción de la población en su primer año. A diferencia de su antecesor, Vicente Fox Quezada obtuvo una aprobación mucho mayor con 62% de popularidad previo a su primer informe presidencial en 2001. El ex mandatario federal originario de Guanajuato se vio beneficiado por ser el primer presidente de un partido “diferente” al PRI en 75 años, la primera transición del Ejecutivo. Una tendencia similar tuvo Felipe Calderon en agosto de 2007 con 66% de la aprobación nacional, popularidad que varió muy poco durante sus seis años de gobierno. La intentona de la restauración priista colocó a Enrique Peña Nieto que fue el presidente más castigado por la población, 53% de aprobación antes de su primer informe de gobierno. Meses después de su primer informe, la aprobación de Peña Nieto comenzó a caer a niveles históricos, en diciembre de 2013 a 43%, y así sucesivamente hasta enero de 2017, donde se ubicó solo en 17%. En 2018, Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia con el mayor margen de votos del padrón electoral: 30 millones 113 mil 483 sufragios. Esto significó que López Obrador comenzara su sexenio con una aprobación promedio del 78% y dos meses después aumentó a 82%, un porcentaje nunca antes visto.

Ya no podemos quedarnos con esa información obtenida de encuestas, hay que aderezar con la complejidad que muchas veces no cabe en el ánimo periodístico que prefiere análisis de superficie y a vuelo de pájaro. Veamos otros: El sexenio de Salinas de Gortari tuvo una cifra del Producto Interno Bruto (PIB), que creció en promedio 4 por ciento. UUUy excepcional dirían algunos, peeero lo logró con malabares tramposos que propiciaron el error de diciembre mal llamado zedillista porque lo generó el Inombrable. Peor aún la crisis se malgobernó por Zedillo. Durante 1995 el PIB se derrumbó 6.4 por ciento. Como sea, Ernesto Zedillo acabó su sexenio con un crecimiento promedio de 3.4 por ciento. Sin embargo, llevamos varias generaciones sin motores de crecimiento, que no se han creado por impericia política y por intereses electorales rupturistas. Fox con todo y sus excedentes petroleros, pero arrastrando la crisis por los atentados terroristas del 2001 en Estados Unidos, implicó una caída del PIB mexicano ese año de 0.4%, tuvo una tasa de crecimiento promedio sexenal de 2.3 por ciento.

A Felipe Calderón le estalló una crisis externa que costó a México una caída de su PIB durante el 2009 de 5.3 por ciento. Con esto, el crecimiento promedio del calderonismo fue de 2.2 por ciento. El sexenio de Enrique Peña Nieto ha sido el único de estos cinco citados que no ha tenido un año recesivo de principio a fin. De hecho, sólo presentó un trimestre con resultado negativo que se revirtió rápidamente. Sin embargo, con todo y los cambios estructurales, nunca logró el dinamismo suficiente para disparar el crecimiento hasta 5% prometido. El crecimiento promedio del PIB el sexenio pasado fue de apenas 2.17 por ciento.

El peso mexicano se colocó como la moneda de mejor desempeño dentro de las divisas más negociadas a nivel global. El salario mexicano subió 16.20%. Un ascenso salarial como no se había vivido.

Es cierto, si queremos agotar las expectativas del primer año podemos obtener un corte de buen talante que deja ver maniobrabilidad política, acuerdos, entendimiento de condiciones y tensiones de mercado interno y global. Todo ese entramado más el trabajo del gobierno actual por imponer el proyecto propio presidencial. Nada, nada fácil. Porque una cosa es estar ideológicamente tejido a los requerimientos del mercado y de grupos de poder financieros como fue el panismo y el priismo y otra muy diferente es lograr colocar ingredientes ideológicamente distintos dentro de las tendencias ineludibles de las finanzas mundiales. La astucia política del Presidente López Obrador ha introducido elementos sociales en las agresivas y sensibles economías del capital. Es toda una afrenta al capitalismo salvaje preocuparse por las economías de amplio apoyo social que el próximo año significarán para el presupuesto federal de 300 mil millones de pesos. Esto es correr riesgos porque los quisquillosos financieros tratarán de poner el pie a tendencia obradorista.

Por ello quiero dejar atrás los nombres sexenales y señalar los proyectos. Todos los presidentes, desde Salinas de Gortaria hasta Peña Nieto responden a un mismo proyecto neoliberal que entró en crisis en muchos países y que está estallando ahora en toda América latina por ser un proyecto que se nutre de la pobreza de las mayorías. Por eso “medir” un año de trabajo obradrista que quiere frenar la escalada corrupta y depredadora del sistema neoliberal es un tanto irreal porque el gobierno actual está confrontando energías negativas, no favorables a su proyecto que propician obstáculos que los gobiernos anteriores no tenían, al contrario, contaban, como siempre, con la siempre atenta y generosa disposición del Fondo Monetario Internacional para prestar a manos llenas. 456 mil 251 millones de DOLARES, de acuerdo con las más recientes cifras del Banco de México. 

El Presidente tiene claramente una estrategia que estima dará mayores luces en un año, dado este periodo de arranque que estuvo caracterizado por una declarada guerra contra la corrupción y que tiene consecuencias de ataque político desde los mismos medios que dejaron de recibir “apoyos” millonarios hasta las empresas que se coludieron con gobiernos anteriores para sacar raja. Poco a poco la escena internacional observa con asombro el comportamiento de este gobierno decidido a enfrentar al gigante egoísta y que está mostrando su cara criminal con los últimos acontecimientos en Chile y en Bolivia. 

“El camino, arando y sembrando la semilla de la transformación hará un pueblo valiente y unido” Octavio Almada

@octavioalmada1

@ElCobanaro

Deja un comentario